"Teatro de la guerra. Campamento Tuyu-Cué. (Correspondencia de la "Tribuna")"
Item
Código de referencia
AR-BN-PIP-CLVM-PRE-lt-Nº000
Fechas
23 y 24-03-1868
Título/Asunto
"Teatro de la guerra. Campamento Tuyu-Cué. (Correspondencia de la "Tribuna")"
Nombre de publicación/Lugar
La Tribuna - Buenos Aires
Alcance y Contenido
Artículo publicado en La Tribuna el 23 y 24 de marzo de 1868, nro. 4243, p. 2, columna 2. Sección: “Teatro de la guerra”. Con fecha del 19 de marzo y la firma de Tourlourou (seudónimo). Declara haberse emborrachado ese día. Héroes efímeros de esta guerra. Repasa los rumores proporcionados por desertores paraguayos, algunos más exactos, otros más delirantes. ¿Solano López está acompañado por una princesa inglesa? La guerra que parecía acercarse al final ahora se prolonga. Post Scriptum: respuesta a comentarios críticos publicados por Eco de Córdoba.
Idioma
Español
Firma /Seudónimo
Tourlourou (Seudónimo de Lucio V. Mansilla)
Nivel de descripción
UD Simple
Volumen y Soporte
1 ejemplar - Digital
Tipología documental
Artículo
Nombre del creador
PIP Mansilla
Existencia y localización de originales
Original en poder de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional "Mariano Moreno"
Transcripción
TEATRO DE LA GUERRA
Campamento Tuyu-Cué.
Marzo 19 de 1868.
(Correspondencia de la “Tribuna”)
Se me ocurre empezar plagiando a Byron, porque este día me he emborrachado al punto que
creo caminar patas arriba. A propósito sabéis que el provenir es un objeto muy serio, y por
consiguiente… en nombre del cielo! Dadme vino del Rhin y agua de soda!
Positivamente no sé si exclamar Je chante ce héros…, ó canto l’armi pietose, e’l capitano…
canto el valor, los hechos, las proezas… Lo cierto es que tengo necesidad de un héroe,
necesidad asaz extraordinaria cuando cada año y cada mes nos ofrecen uno nuevo, hasta que
al fin, después de haber saturado los diarios con frases en su honor, el siglo descubre que ese
héroe no era el verdadero.
La prueba está en el Brasil, que acaba de decretar más cruces y pensiones de las que puede
cargar un encorazado. Lo peor de todo es que con el maldito vino de Rhin, –dadme agua de
soda! No se me ocurre el nombre de mi héroe.
Estoy seguro que esta noche mi vena es la metafísica. Voy a ver si dando un brinco caigo a
plomo sobre los talones y bajando los humos del vino del Rhin se me despejan las ideas y leo
en medio de este embrollo… otro vaso de soda ahora que estoy de pie; ya veo claro, sí: Eureka,
Eureka!
López, he ahí mi héroe.
El lector dirá si los hechos que va a referirse valen la pena de ser transmitidos a la posteridad, y
si no es envidioso de la gloria ajena se encargará de transmitírselos a los hexámetros o
pentámetros, a mí me es indiferente, con tal de que no se falsee la verdad.
Era el año del señor… con el Rhin se me van las ideas, un ejército de cuarenta mil hombres, y
una formidable armada sitiaban y bloqueaban a otro, con la esperanza de que el tirano que
mandaba los sitiados y bloqueados hiciese una salida o se rindiese de hambre a discreción.
El cañón tronaba sin cesar, las revistas se pasaban sin interrupción, los convoyes de caretas y
de carros, las arrias de mulas conduciendo provisiones, pólvora, armas y proyectiles iban y
venían; el pasto, el maíz y los caballos llegaban a toda hora esperándose por momentos una
batalla campal o una expedición al interior del país invadido, –con el Rhin se me iba quedando
en el tintero que se trataba de una guerra de invasión. Voy a tomar otro vaso de soda y a
continuar.
No hay peor cosa que querer zurcir frases después de haberse emborrachado.
Pues no se me olvidaba decir que el primer general que había mandado los cuarenta mil
sitiadores y que había sido causa de muchas demoras tuvo que abandonar la dirección de la
guerra por tener que ir a hacerse cargo de una herencia un poco embrollada, sea dicho de
paso, y que en su lugar quedó otro que jamás había sido derrotado.
Con otro vaso de soda voy a quedar como si no hubiese bebido más que agua.
Tomo el hilo de lo que iba diciendo, y si no lo tomo es lo mismo desde que me entiendan.
Comenzaron a venir pasados del enemigo.
Primero decían que los sitiados se reconcentraban sobre una especie de Sebastopol en el que
estaban fortificados y atrincherados.
Después dijeron que los sitiados se estaban yendo en grupos de diez, de a veinte, que la
artillería se la habían llevado por no sé qué caminos ignotos. Otro día vino un músico con no sé
qué historias. Al siguiente, un sargento y un soldado que confirmando todo lo dicho, por los
que les habían precedido añadieron, que el tirano acompañado de una princesa inglesa muy
linda que lo había enloquecido, no se hallaba ya en el paso, que tiene un nombre muy parecido
al de un pescado del Río Paraná.
Tan extraordinarias parecían estas nuevas que el General, que nunca había sido derrotado,
tuvo que parar la oreja y que ordenar un reconocimiento. Para no alargar este cuento,
mientras pienso qué voy a decir, tomaré otro vaso de soda. Es una bebida excelente que
recomiendo a los borrachos.
El tal reconocimiento tenía varios objetos:
1.° Saber si era cierto lo de la princesa inglesa; 2.° saber si el tirano se había ido o no; 3.°
averiguar si se había llevado o no todos los cañones.
Las cosas salieron tan a pedir de boca que en menos de una hora se tomaron trece prisioneros,
los cuales confirmaron todo cuanto se había susurrado días antes, –a saber, que había
cañones, aunque se habían llevado los más grandes, que había quedado gente, aunque la
mayor parte se había ido a un río, que con el vino del Rhin se me olvida, que el tirano se había
escapado dejando cuatro o cinco mil hombres al mando de tres tiranuelos llamados Barrios,
Resquin y Brugues, independientes uno del otro.
Estas averiguaciones se hicieron precisamente el mismo día en que un Rey muy bueno hizo
saber a su ejército que había tenido a bien recompensar y premiar los talentos, la previsión y
astucia de su lugarteniente.
Voy a ver si tomando otro vaso de soda me acuerdo del nombre de este famoso general…
imposible! Los efectos del vino del Rhin no pasan así no más.
Luego, aunque he tomado mucha soda, he fumado demasiado y tengo náuseas…. Por
consiguiente, no hablemos más de esto. Estoy borracho, y si no lo estoy, lo que me pasa es tan
maravilloso que no concibo cómo ha podido ocurrírseme, teniendo como tengo una musa tan
estéril y prosaica.
Sea de esto lo que fuere lo cierto es que antes de Agamenón existieron muchos grandes
guerreros; que después de él ha habido muchos otros dignos de admiración, y que el Paraguay
está siendo desde el 19 de febrero la gran arena donde se improvisan héroes.
No sé cómo se quejan los que tanto anhelan embriagarse con la gloria. La humanidad no
estará nunca satisfecha. De balde con la huida de López se ensancha el horizonte, porque la
guerra que parecía tocar a su fin ofrece la risueña perspectiva de durar mucho todavía. Lo
vengo diciendo hace meses, –pero me creen un soñador. He asegurado que el Chaco era
practicable, diciendo que si no lo era, la necesidad vencía las dificultades que se presentasen, y
me han llamado loco. He vaticinado que López podía escaparse como se escapó la guarnición
de “Laureles” y me han apostrofado feamente. Para ser creído hay que mentir o halagar las
pasiones de actualidad. NO me he envilecido aun a Dios gracias y ese papel no espero hacerlo
jamás.
Los que estén ciegos no verán, como no ven los que no quieren ver, yo digo, que “de lo
sublime a lo ridículo no hay más que un paso”.
Que la retirada de López, si es cierto como parece, después del pasaje de Humaitá no hace
honor sino a López, y como lo cortés no quita a lo valiente, honro al enemigo en tanto que me
dispongo a derramar con mis compañeros de armas hasta la última gota de sangre de mis
venas. Todo es preferible a esta inacción enervante, cuyas consecuencias inevitables, seguras,
infalibles, son que el enemigo nos burle. A este paso por más cruces y pensiones que el
imperio discierna a sus generales, esto será la vida perdurable. Felizmente se habla de que
algo se hará antes de poco. Parece que el Marqués ha recibido ya instrucciones del Brasil y que
las razones políticas que antes tenía no las tiene ya. Dios lo quiera!
Ha llovido a cántaros tres días con sus noches. No quisiera mentir; pero nunca vi llover tanto.
Estado sanitario, satisfactorio.
Tiempo fresco y hermoso, humores, como para no dar detalles ni entrar en honduras sobre
operaciones futuras. La atmósfera del Ejército Argentino no es lo más a propósito para conocer
la mente del Marqués de Caxias.
Tourlourou.
P.S.
El “Eco de Córdoba” me consagra un largo artículo a propósito de mi correspondencia
comunicando el pasaje de Humaitá. Siento tener que decirle que ha tomado el rábano por las
hojas, así en lo que se refiere a los brasileros como al ejército de línea. En cuanto a mis
pasiones, no vacilo en decirlo: las amo porque son sinceras; para suprimirlas, sería necesario
inyectarme otra sangre, inocularme otra médula, embutirme otros huesos, en una palabra
hacer de mí otro hombre.
¿Cree el “Eco” poderlo hacerlo?
Tourlourou.
Campamento Tuyu-Cué.
Marzo 19 de 1868.
(Correspondencia de la “Tribuna”)
Se me ocurre empezar plagiando a Byron, porque este día me he emborrachado al punto que
creo caminar patas arriba. A propósito sabéis que el provenir es un objeto muy serio, y por
consiguiente… en nombre del cielo! Dadme vino del Rhin y agua de soda!
Positivamente no sé si exclamar Je chante ce héros…, ó canto l’armi pietose, e’l capitano…
canto el valor, los hechos, las proezas… Lo cierto es que tengo necesidad de un héroe,
necesidad asaz extraordinaria cuando cada año y cada mes nos ofrecen uno nuevo, hasta que
al fin, después de haber saturado los diarios con frases en su honor, el siglo descubre que ese
héroe no era el verdadero.
La prueba está en el Brasil, que acaba de decretar más cruces y pensiones de las que puede
cargar un encorazado. Lo peor de todo es que con el maldito vino de Rhin, –dadme agua de
soda! No se me ocurre el nombre de mi héroe.
Estoy seguro que esta noche mi vena es la metafísica. Voy a ver si dando un brinco caigo a
plomo sobre los talones y bajando los humos del vino del Rhin se me despejan las ideas y leo
en medio de este embrollo… otro vaso de soda ahora que estoy de pie; ya veo claro, sí: Eureka,
Eureka!
López, he ahí mi héroe.
El lector dirá si los hechos que va a referirse valen la pena de ser transmitidos a la posteridad, y
si no es envidioso de la gloria ajena se encargará de transmitírselos a los hexámetros o
pentámetros, a mí me es indiferente, con tal de que no se falsee la verdad.
Era el año del señor… con el Rhin se me van las ideas, un ejército de cuarenta mil hombres, y
una formidable armada sitiaban y bloqueaban a otro, con la esperanza de que el tirano que
mandaba los sitiados y bloqueados hiciese una salida o se rindiese de hambre a discreción.
El cañón tronaba sin cesar, las revistas se pasaban sin interrupción, los convoyes de caretas y
de carros, las arrias de mulas conduciendo provisiones, pólvora, armas y proyectiles iban y
venían; el pasto, el maíz y los caballos llegaban a toda hora esperándose por momentos una
batalla campal o una expedición al interior del país invadido, –con el Rhin se me iba quedando
en el tintero que se trataba de una guerra de invasión. Voy a tomar otro vaso de soda y a
continuar.
No hay peor cosa que querer zurcir frases después de haberse emborrachado.
Pues no se me olvidaba decir que el primer general que había mandado los cuarenta mil
sitiadores y que había sido causa de muchas demoras tuvo que abandonar la dirección de la
guerra por tener que ir a hacerse cargo de una herencia un poco embrollada, sea dicho de
paso, y que en su lugar quedó otro que jamás había sido derrotado.
Con otro vaso de soda voy a quedar como si no hubiese bebido más que agua.
Tomo el hilo de lo que iba diciendo, y si no lo tomo es lo mismo desde que me entiendan.
Comenzaron a venir pasados del enemigo.
Primero decían que los sitiados se reconcentraban sobre una especie de Sebastopol en el que
estaban fortificados y atrincherados.
Después dijeron que los sitiados se estaban yendo en grupos de diez, de a veinte, que la
artillería se la habían llevado por no sé qué caminos ignotos. Otro día vino un músico con no sé
qué historias. Al siguiente, un sargento y un soldado que confirmando todo lo dicho, por los
que les habían precedido añadieron, que el tirano acompañado de una princesa inglesa muy
linda que lo había enloquecido, no se hallaba ya en el paso, que tiene un nombre muy parecido
al de un pescado del Río Paraná.
Tan extraordinarias parecían estas nuevas que el General, que nunca había sido derrotado,
tuvo que parar la oreja y que ordenar un reconocimiento. Para no alargar este cuento,
mientras pienso qué voy a decir, tomaré otro vaso de soda. Es una bebida excelente que
recomiendo a los borrachos.
El tal reconocimiento tenía varios objetos:
1.° Saber si era cierto lo de la princesa inglesa; 2.° saber si el tirano se había ido o no; 3.°
averiguar si se había llevado o no todos los cañones.
Las cosas salieron tan a pedir de boca que en menos de una hora se tomaron trece prisioneros,
los cuales confirmaron todo cuanto se había susurrado días antes, –a saber, que había
cañones, aunque se habían llevado los más grandes, que había quedado gente, aunque la
mayor parte se había ido a un río, que con el vino del Rhin se me olvida, que el tirano se había
escapado dejando cuatro o cinco mil hombres al mando de tres tiranuelos llamados Barrios,
Resquin y Brugues, independientes uno del otro.
Estas averiguaciones se hicieron precisamente el mismo día en que un Rey muy bueno hizo
saber a su ejército que había tenido a bien recompensar y premiar los talentos, la previsión y
astucia de su lugarteniente.
Voy a ver si tomando otro vaso de soda me acuerdo del nombre de este famoso general…
imposible! Los efectos del vino del Rhin no pasan así no más.
Luego, aunque he tomado mucha soda, he fumado demasiado y tengo náuseas…. Por
consiguiente, no hablemos más de esto. Estoy borracho, y si no lo estoy, lo que me pasa es tan
maravilloso que no concibo cómo ha podido ocurrírseme, teniendo como tengo una musa tan
estéril y prosaica.
Sea de esto lo que fuere lo cierto es que antes de Agamenón existieron muchos grandes
guerreros; que después de él ha habido muchos otros dignos de admiración, y que el Paraguay
está siendo desde el 19 de febrero la gran arena donde se improvisan héroes.
No sé cómo se quejan los que tanto anhelan embriagarse con la gloria. La humanidad no
estará nunca satisfecha. De balde con la huida de López se ensancha el horizonte, porque la
guerra que parecía tocar a su fin ofrece la risueña perspectiva de durar mucho todavía. Lo
vengo diciendo hace meses, –pero me creen un soñador. He asegurado que el Chaco era
practicable, diciendo que si no lo era, la necesidad vencía las dificultades que se presentasen, y
me han llamado loco. He vaticinado que López podía escaparse como se escapó la guarnición
de “Laureles” y me han apostrofado feamente. Para ser creído hay que mentir o halagar las
pasiones de actualidad. NO me he envilecido aun a Dios gracias y ese papel no espero hacerlo
jamás.
Los que estén ciegos no verán, como no ven los que no quieren ver, yo digo, que “de lo
sublime a lo ridículo no hay más que un paso”.
Que la retirada de López, si es cierto como parece, después del pasaje de Humaitá no hace
honor sino a López, y como lo cortés no quita a lo valiente, honro al enemigo en tanto que me
dispongo a derramar con mis compañeros de armas hasta la última gota de sangre de mis
venas. Todo es preferible a esta inacción enervante, cuyas consecuencias inevitables, seguras,
infalibles, son que el enemigo nos burle. A este paso por más cruces y pensiones que el
imperio discierna a sus generales, esto será la vida perdurable. Felizmente se habla de que
algo se hará antes de poco. Parece que el Marqués ha recibido ya instrucciones del Brasil y que
las razones políticas que antes tenía no las tiene ya. Dios lo quiera!
Ha llovido a cántaros tres días con sus noches. No quisiera mentir; pero nunca vi llover tanto.
Estado sanitario, satisfactorio.
Tiempo fresco y hermoso, humores, como para no dar detalles ni entrar en honduras sobre
operaciones futuras. La atmósfera del Ejército Argentino no es lo más a propósito para conocer
la mente del Marqués de Caxias.
Tourlourou.
P.S.
El “Eco de Córdoba” me consagra un largo artículo a propósito de mi correspondencia
comunicando el pasaje de Humaitá. Siento tener que decirle que ha tomado el rábano por las
hojas, así en lo que se refiere a los brasileros como al ejército de línea. En cuanto a mis
pasiones, no vacilo en decirlo: las amo porque son sinceras; para suprimirlas, sería necesario
inyectarme otra sangre, inocularme otra médula, embutirme otros huesos, en una palabra
hacer de mí otro hombre.
¿Cree el “Eco” poderlo hacerlo?
Tourlourou.
Fecha válida
1868-03-23
