“Correspondencia de Falstaff”
Item
Código de referencia
AR-BN-PIP-CLVM-PRE-lt-Nº000
Fechas
22 y 23-10-1866
Título/Asunto
“Correspondencia de Falstaff”
Nombre de publicación/Lugar
La Tribuna - Buenos Aires
Alcance y Contenido
Artículo publicado el 22 y 23 de octubre de 1866 en La Tribuna, p. 2, 1ra columna. Carta firmada por Falstaff (seudónimo). La fecha de la carta corresponde al 19 de octubre de 1866. Envío de carta por duplicado en barcos distintos. Críticas a Tamandaré por su inacción para evitar un ataque al ejercito aliado. Fuertes cuestionamientos al general Mitre por su tratamiento del ataque de Curupaytí y, en especial, de la batalla del 22/9. Gran escasez de carbón. Fiesta de despedida a bordo de un barco por la noche.
Idioma
Español
Firma /Seudónimo
Falstaff (Seudónimo atribuido a Lucio V. Mansilla/Héctor Varela)
Nivel de descripción
UD Simple
Volumen y Soporte
1 ejemplar - Digital
Tipología documental
Artículo
Nombre del creador
PIP Mansilla
Nota de investigación
Existencia y localización de originales
Original en poder de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional "Mariano Moreno"
Transcripción
Fuertes críticas al almirante Tamandaré. ¿Por qué el presidente Mitre asume toda la responsabilidad del rechazo de Curupaytí y no señala las fallas de los brasileños? Falta carbón en la escuadra.
Corrientes, 12 de octubre de 1866.
Vivimos en la época de las competencias.
Si ellas pueden ser un bien para los que viajan, suelen también ser un mal para los corresponsales.
Hoy salen para ésa cuatro vapores: el Cisne, el General Mitre, el Guaraní y la Doña Francisca.
¿Cuál llegará primero?
En la duda, les mandaré esta carta duplicada por el General Mitre y el Cisne, que a mi modo de ver serán los primeros en fondear en el puerto de Buenos Aires.
Si las noticias valiesen la pena, les escribiría por los cuatro vapores. Más no sucede así .
Como les estoy repitiendo, después del combate de Curupaytí, no ha de haber nada notable por ahora.
Sin embargo, aparte de las intrigas, de la chismografía, y de las discusiones que se suceden sin interrupción, algohahabido en el teatro de la guerra.
Como ustedes recuerdan, les anuncié que los paraguayos trataban de levantar baterías para hostilizarlas fuerzas del barón de Porto Alegre.
Se dió conocimiento de esto al vizconde de Tamandaré en la esperanza de que colocando ventajosamente un par de acorazados, imposibilitase el trabajo de los paraguayos.
Nada de eso.
Fiel a su costumbre y a su maña vieja, el digno almirante no se ha movido.
Su inacción ha producido lo que era de preverse.
Los paraguayos han construido una batería, y el día 18, al romper el día, anunciaron al vizconde de Porto Alegre que se hallaban presentes a poca distancia de su campo, lanzándole sobre él una buena cantidad de proyectiles.
En términos claros, desde las 5.00 hasta las 10.00 de la mañana, los paraguayos arrojaron como 500 bombas balas y granadas.
Felizmente, esta lluvia poco simpática, no causó a nuestros aliados sino la pérdida de 8 o 10 muertos y como 20 heridos.
En obsequio de la verdad debo decir a ustedes que el barón de Porto Alegre ha hecho cuanto ha podido por evitar que se construyese la batería que hoy lo hostiliza; pues en los días 15 y 16, en que más se descubrieron los trabajos de los paraguayos, hizo avanzar algunos batallones a que los tiroteasen.
Sin embargo, nada pudo conseguir.
El que debió evitar el nuevo trabajo de los paraguayos, fue su primo hermano, el señor vizconde de Tamandaré .
Verdad es que habría sido locura el creerlo capaz de hacer algo.
El único campo en que maniobra este caballero, es el de la intriga. Para ella se pinta solo.
Del lado de Tuyutí, se tiran cañonazos de vez en cuando, y casi diariamente hay guerrillas entre los dos ejércitos.
¿Convienen estas guerrillas?
No me parece que sea necesario ser un mariscal, para afirmar lo contrario.
En ellas, cuando menos, hay siempre algunos heridos. ¿Con qué provecho?
Con ninguno, mis amigos; pues en esta guerra no se ha de triunfar sino con grandes y decisivos golpes, y con planes como el que se combinó últimamente y cuyo fracaso se debió a las causas que tantas veces le he apuntado.
Aquí siguen los chismes de toda especie.
Si les fuera a repetir cuanto se dice, tendría que escribir varias resmas de papel, y sobre todo repetir mil vulgaridades.
Algo les diré sin embargo, que sale de la esfera de los chismes.
Momento antes de embarcarse, el señor Octaviano dijo a todo el que quiso oírle: “Que había ido expresamente a preguntar al general Mitre, si en el ataque de Curupaytí alguno de los generales o jefes brasileños le había dado motivo de queja, y que el Presidente le había contestado que no” .
Tengo fe en las palabras del señor Octaviano.
Tengo fe en la persona que me refiere esta conversación.
Por consiguiente, no puedo dudarlo, y entonces yo me pregunto: ¿Qué piensa el general Mitre? ¿Encuentra placer en hacerse responsable por los males que ha producido el desastre de Curupaytí?
He leído con toda calma los juicios de la prensa de Buenos Aires sobre ese suceso, y si bien rechazo el lenguaje injusto e irritante de el Nacional, que ha llegado a pedir la destitución del general Mitre, comprendo perfectamente que este jefe, con su contestación a Octaviano, y el silencio que observa respecto a la verdad de lo que ha pasado, da hasta cierto punto el derecho de que se le crea el causante de lo que ha sucedido el día 22 de septiembre.
Y sin embargo amigos, cuánta injusticia en estas suposiciones.
El general Mitre merece muy amargos reproches, no por lo que tan injustamente le ha dicho el Nacional, sino por otras causas.
Desde el primer instante, el general Mitre fue opuesto al ataque sobre Curupaytí .
Tamandaré y Porto Alegre estaban empeñados en esta operación.
¿Por qué consintió entonces el general Mitre en que ella se llevase a cabo?
Se los diré a ustedes con la misma franqueza con que ustedes lo pueden oír de boca de los generales Paunero y Rivas, iniciados en los secretos del campamento: el ataque de Curupaytí se efectuó por mera condescendencia del presidente de la República, con los generales Tamandaré y Porto Alegre.
Como la operación ha fracasado, ya no sé si ellos querrán decir ahora lo que entonces pasó; pero ya que el general Mitre está cometiendo la quijotada de callarse por razones que podrán ser muy buenas para él, pero que nadie comprende, yo les he de decir a ustedes la verdad, pero la verdad pura, duela a quien duela e hiera a quien hiera.
Si no es cierto lo que les digo, provoco a que se me desmienta; pues aun cuando el presidente de la República no quiera decir lo que ha pasado, no me han de faltar medios para probar mis asertos, como nunca me faltaron desde el primer día que mandé mis correspondencia a La Tribuna.
Los diarios que he recibido, me hacen comprender que la prensa navegaba ahí sin brújula en ese mar agitado de las contradicciones.
No caiga La Tribuna en el error que otros puedan cometer.
Crea lo que le digo, y aprecie el suceso de Curupaytí según los datos que le doy.
Ya que se necesitan otros, se los daré .
Cuando se trató del concurso que la escuadra debía prestar al ejército de tierra, el general Paunero –el más instruido quizá de todos los generales que hacen esta campaña– opinó que las baterías de Curupaytí debían ser bombardeadas, cuando menos, por espacio de tres días consecutivos.
Así, decía, nuestros infantes podrán avanzar sin temor de ser molestados por enemigo, que no podrá resistir a un ataque de esta naturaleza, llevado por el río.
Yo mismo he oído estas palabras al general Paunero. Hoy debe encontrarse en esa.
Le provoco también a que diga si esto es o no cierto. El vizconde de Tamandaré se opuso.
Farsante como siempre, dijo, que con cuatro horas de fuego, no quedaría ni el polvo de Curupaytí .
Inició el bombardeo, y fue él quien de a bordo de su buque hizo la señal a los infantes de tierra, para que atacasen la batería de Curupaytí .
Como él dominaba los baluartes desde el río, el Presidente creyó sin duda que los fuegos enemigos ya se habían apagado, y satisfaciendo a los millares de valientes que esperaban ansiosos el eco del clarín que iba a darles la señal de ataque se lanzaron a él con un valor que rayó en heroísmo, y fue sellado más tarde con gloriosos martirios.
¿Por qué no dice todo esto el general Mitre? ¿Por qué localla?
Si lo que quiere es perderse a los ojos de la alianza, de sus compatriotas y de los que le han de juzgar más allá de las orillas de nuestro río, confieso a ustedes que el general Mitre ha de conseguir su objeto; pues es una cosa que irrita y subleva que quiera responsabilizarse por los errores y por las faltas de otros.
En fin, mis amigos, este es un tema tan largo, que quizá me va a proporcionar la ocasión de escribir un folleto sobre él.
Así podré ocuparme con más calma de sucesos que veo llaman ahí profundamente la atención.
Por hoy concluiré como corresponsal.
Esta provincia sigue en paz, es decir, el orden reina en Varsovia. Su excelencia el señor gobernador regresó de su viaje a Goya. Dicen que allí fue muy obsequiado.
Aquí entró sin que nadie lo sintiese, a no ser un pardito que todo el día le ceba mate con yerba misionera.
Se han publicado las cuentas del bazar, el que ha producido 3.808 patacones líquidos.
Aunque aquí corre mucho oro, confieso a ustedes que es más de lo que creí .
Sigue la polémica entre el Eco y la Esperanza, como sigue también la escasez de carbón de piedra.
La escuadra no tiene ni una tonelada. Anteayer salió el Libertad aguas abajo. No sé si va hasta Buenos Aires.
Pasado mañana se embarca al fin para esa a bordo del Proveedor nuestro querido amigo don Mateo Martínez.
A pesar de la solicitud con que ha sido cuidado aquí por numerosos amigos, siento decirles que el estado de salud no es nada satisfactorio.
El temple varonil del viejo unitario ha cedido al fin a los sufrimientos de una penosa campaña; pero él, entusiasta como siempre, dice, que apenas sepa que no se ha demorir muy pronto, volverá a ponerse al frente de su inolvidable Tres de oro.
¡Qué gran republicano, y qué excelente hombre es el coronel Martínez!
Esta noche estoy de baile.
El señor Cabal, da uno de despedida a bordo del vapor Proveedor.
Dicen que será espléndido.
He leído lo que me ha contestado el señor Moreno. Les mando mi contestación por separado.
Falstaff
23 de octubre de 1866.
Corrientes, 12 de octubre de 1866.
Vivimos en la época de las competencias.
Si ellas pueden ser un bien para los que viajan, suelen también ser un mal para los corresponsales.
Hoy salen para ésa cuatro vapores: el Cisne, el General Mitre, el Guaraní y la Doña Francisca.
¿Cuál llegará primero?
En la duda, les mandaré esta carta duplicada por el General Mitre y el Cisne, que a mi modo de ver serán los primeros en fondear en el puerto de Buenos Aires.
Si las noticias valiesen la pena, les escribiría por los cuatro vapores. Más no sucede así .
Como les estoy repitiendo, después del combate de Curupaytí, no ha de haber nada notable por ahora.
Sin embargo, aparte de las intrigas, de la chismografía, y de las discusiones que se suceden sin interrupción, algohahabido en el teatro de la guerra.
Como ustedes recuerdan, les anuncié que los paraguayos trataban de levantar baterías para hostilizarlas fuerzas del barón de Porto Alegre.
Se dió conocimiento de esto al vizconde de Tamandaré en la esperanza de que colocando ventajosamente un par de acorazados, imposibilitase el trabajo de los paraguayos.
Nada de eso.
Fiel a su costumbre y a su maña vieja, el digno almirante no se ha movido.
Su inacción ha producido lo que era de preverse.
Los paraguayos han construido una batería, y el día 18, al romper el día, anunciaron al vizconde de Porto Alegre que se hallaban presentes a poca distancia de su campo, lanzándole sobre él una buena cantidad de proyectiles.
En términos claros, desde las 5.00 hasta las 10.00 de la mañana, los paraguayos arrojaron como 500 bombas balas y granadas.
Felizmente, esta lluvia poco simpática, no causó a nuestros aliados sino la pérdida de 8 o 10 muertos y como 20 heridos.
En obsequio de la verdad debo decir a ustedes que el barón de Porto Alegre ha hecho cuanto ha podido por evitar que se construyese la batería que hoy lo hostiliza; pues en los días 15 y 16, en que más se descubrieron los trabajos de los paraguayos, hizo avanzar algunos batallones a que los tiroteasen.
Sin embargo, nada pudo conseguir.
El que debió evitar el nuevo trabajo de los paraguayos, fue su primo hermano, el señor vizconde de Tamandaré .
Verdad es que habría sido locura el creerlo capaz de hacer algo.
El único campo en que maniobra este caballero, es el de la intriga. Para ella se pinta solo.
Del lado de Tuyutí, se tiran cañonazos de vez en cuando, y casi diariamente hay guerrillas entre los dos ejércitos.
¿Convienen estas guerrillas?
No me parece que sea necesario ser un mariscal, para afirmar lo contrario.
En ellas, cuando menos, hay siempre algunos heridos. ¿Con qué provecho?
Con ninguno, mis amigos; pues en esta guerra no se ha de triunfar sino con grandes y decisivos golpes, y con planes como el que se combinó últimamente y cuyo fracaso se debió a las causas que tantas veces le he apuntado.
Aquí siguen los chismes de toda especie.
Si les fuera a repetir cuanto se dice, tendría que escribir varias resmas de papel, y sobre todo repetir mil vulgaridades.
Algo les diré sin embargo, que sale de la esfera de los chismes.
Momento antes de embarcarse, el señor Octaviano dijo a todo el que quiso oírle: “Que había ido expresamente a preguntar al general Mitre, si en el ataque de Curupaytí alguno de los generales o jefes brasileños le había dado motivo de queja, y que el Presidente le había contestado que no” .
Tengo fe en las palabras del señor Octaviano.
Tengo fe en la persona que me refiere esta conversación.
Por consiguiente, no puedo dudarlo, y entonces yo me pregunto: ¿Qué piensa el general Mitre? ¿Encuentra placer en hacerse responsable por los males que ha producido el desastre de Curupaytí?
He leído con toda calma los juicios de la prensa de Buenos Aires sobre ese suceso, y si bien rechazo el lenguaje injusto e irritante de el Nacional, que ha llegado a pedir la destitución del general Mitre, comprendo perfectamente que este jefe, con su contestación a Octaviano, y el silencio que observa respecto a la verdad de lo que ha pasado, da hasta cierto punto el derecho de que se le crea el causante de lo que ha sucedido el día 22 de septiembre.
Y sin embargo amigos, cuánta injusticia en estas suposiciones.
El general Mitre merece muy amargos reproches, no por lo que tan injustamente le ha dicho el Nacional, sino por otras causas.
Desde el primer instante, el general Mitre fue opuesto al ataque sobre Curupaytí .
Tamandaré y Porto Alegre estaban empeñados en esta operación.
¿Por qué consintió entonces el general Mitre en que ella se llevase a cabo?
Se los diré a ustedes con la misma franqueza con que ustedes lo pueden oír de boca de los generales Paunero y Rivas, iniciados en los secretos del campamento: el ataque de Curupaytí se efectuó por mera condescendencia del presidente de la República, con los generales Tamandaré y Porto Alegre.
Como la operación ha fracasado, ya no sé si ellos querrán decir ahora lo que entonces pasó; pero ya que el general Mitre está cometiendo la quijotada de callarse por razones que podrán ser muy buenas para él, pero que nadie comprende, yo les he de decir a ustedes la verdad, pero la verdad pura, duela a quien duela e hiera a quien hiera.
Si no es cierto lo que les digo, provoco a que se me desmienta; pues aun cuando el presidente de la República no quiera decir lo que ha pasado, no me han de faltar medios para probar mis asertos, como nunca me faltaron desde el primer día que mandé mis correspondencia a La Tribuna.
Los diarios que he recibido, me hacen comprender que la prensa navegaba ahí sin brújula en ese mar agitado de las contradicciones.
No caiga La Tribuna en el error que otros puedan cometer.
Crea lo que le digo, y aprecie el suceso de Curupaytí según los datos que le doy.
Ya que se necesitan otros, se los daré .
Cuando se trató del concurso que la escuadra debía prestar al ejército de tierra, el general Paunero –el más instruido quizá de todos los generales que hacen esta campaña– opinó que las baterías de Curupaytí debían ser bombardeadas, cuando menos, por espacio de tres días consecutivos.
Así, decía, nuestros infantes podrán avanzar sin temor de ser molestados por enemigo, que no podrá resistir a un ataque de esta naturaleza, llevado por el río.
Yo mismo he oído estas palabras al general Paunero. Hoy debe encontrarse en esa.
Le provoco también a que diga si esto es o no cierto. El vizconde de Tamandaré se opuso.
Farsante como siempre, dijo, que con cuatro horas de fuego, no quedaría ni el polvo de Curupaytí .
Inició el bombardeo, y fue él quien de a bordo de su buque hizo la señal a los infantes de tierra, para que atacasen la batería de Curupaytí .
Como él dominaba los baluartes desde el río, el Presidente creyó sin duda que los fuegos enemigos ya se habían apagado, y satisfaciendo a los millares de valientes que esperaban ansiosos el eco del clarín que iba a darles la señal de ataque se lanzaron a él con un valor que rayó en heroísmo, y fue sellado más tarde con gloriosos martirios.
¿Por qué no dice todo esto el general Mitre? ¿Por qué localla?
Si lo que quiere es perderse a los ojos de la alianza, de sus compatriotas y de los que le han de juzgar más allá de las orillas de nuestro río, confieso a ustedes que el general Mitre ha de conseguir su objeto; pues es una cosa que irrita y subleva que quiera responsabilizarse por los errores y por las faltas de otros.
En fin, mis amigos, este es un tema tan largo, que quizá me va a proporcionar la ocasión de escribir un folleto sobre él.
Así podré ocuparme con más calma de sucesos que veo llaman ahí profundamente la atención.
Por hoy concluiré como corresponsal.
Esta provincia sigue en paz, es decir, el orden reina en Varsovia. Su excelencia el señor gobernador regresó de su viaje a Goya. Dicen que allí fue muy obsequiado.
Aquí entró sin que nadie lo sintiese, a no ser un pardito que todo el día le ceba mate con yerba misionera.
Se han publicado las cuentas del bazar, el que ha producido 3.808 patacones líquidos.
Aunque aquí corre mucho oro, confieso a ustedes que es más de lo que creí .
Sigue la polémica entre el Eco y la Esperanza, como sigue también la escasez de carbón de piedra.
La escuadra no tiene ni una tonelada. Anteayer salió el Libertad aguas abajo. No sé si va hasta Buenos Aires.
Pasado mañana se embarca al fin para esa a bordo del Proveedor nuestro querido amigo don Mateo Martínez.
A pesar de la solicitud con que ha sido cuidado aquí por numerosos amigos, siento decirles que el estado de salud no es nada satisfactorio.
El temple varonil del viejo unitario ha cedido al fin a los sufrimientos de una penosa campaña; pero él, entusiasta como siempre, dice, que apenas sepa que no se ha demorir muy pronto, volverá a ponerse al frente de su inolvidable Tres de oro.
¡Qué gran republicano, y qué excelente hombre es el coronel Martínez!
Esta noche estoy de baile.
El señor Cabal, da uno de despedida a bordo del vapor Proveedor.
Dicen que será espléndido.
He leído lo que me ha contestado el señor Moreno. Les mando mi contestación por separado.
Falstaff
23 de octubre de 1866.
Fecha válida
1866-10-22