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“Teatro de la guerra. De nuestros corresponsales”

Item

Código de referencia

AR-BN-PIP-CLVM-PRE-lt-Nº000

Fechas

22-08-1866

Título/Asunto

“Teatro de la guerra. De nuestros corresponsales”

Nombre de publicación/Lugar

La Tribuna - Buenos Aires

Alcance y Contenido

Artículo publicado en La Tribuna, el 22 de agosto de 1866, p. 2, 2da columna. Sección: “Teatro de la guerra”. Firmado por Falstaff. La fecha de la carta corresponde al 17 de agosto de 1866. Descontento por la inacción. Consejo de guerra y diseño de plan de ataque, reserva. Rumores sobre apodo burlesco de Tamandaré. Paraguay y la estrecha relación entre iglesia y administración de guerra. Falta de carbón y lentitud en el traslado de caballos y mulas. Declaración del soldado Pereyra, en tránsito del campamento enemigo al campamento aliado, con información sobre cifras y disposición del ejército paraguayo.

Idioma

Español

Firma /Seudónimo

Falstaff (Seudónimo atribuido a Lucio V. Mansilla7Héctor Varela)

Nivel de descripción

UD Simple

Volumen y Soporte

1 ejemplar - Digital

Tipología documental

Artículo

Nombre del creador

PIP Mansilla

Nota de investigación

Existencia y localización de originales

Original en poder de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional "Mariano Moreno"

Transcripción

Lentitud de las operaciones. “El nunca bien ponderado Tamandaré”. Carbón y caballos. Los restos del coronel Este- ban García. Ejemplar conducta de los doctores Francisco Ja- vier Muñiz e Hilario Almeyra.
Corrientes, agosto 17 de 1866.
Comprendo que la ansiedad del pueblo de Buenos Aires debe ser grande, en estos momentos en que algo espera, en que algodesea, en que anhela una noticia cualquiera que lo saque de la impaciencia en que vive.
¡Vana esperanza!
Las semanas y los días se suceden, sin que nada haya, sin que ningún acontecimiento decisivo se produzca.
¿Por qué tanta inacción?
¿A qué se debe esta paralización enervadora, que cuando menos apoya el entusiasmo del soldado, ansioso siempre de combates y de gloria?
Si no sería difícil decirlo, es prudente callarlo.
Pero ya que algo tengo que decirte, te comunicaré lo poco que ha pasado desde mi última.
El domingo estuvo el consejero Octaviano a bordo del Apa en la Ensenada de Itapirú .
Al poco rato llegó el general Polidoro y con la asistencia del nunca bien ponderado Tamandaré, del hombre más despreciado en toda esta campaña, se celebró un consejo de guerra.
No estaban ni Mitre ni Flores.
A pesar de esto, se acordó un plan de ataque sobre el enemigo, plan que debía ser comunicado a uno y otro general.
¿Cuál es?
No tengo la facultad de revelarlo, aún cuando su resultado, si como lo espero se consigue, es acorralar al tirano de Humaitá .
Desgraciadamente, para la ejecución de este plan, se cuenta con Tamandaré, a quien en los cafés, las plazas y el campamento, llaman Mambrú.
En el campamento no hay la menor novedad.
Los paraguayos han tirado algunos Semanarios en los que López hace decir, “que a consecuencia de los consejos del obispo, no atacará más nuestras trincheras” .
Desde que el ministro del Culto e Instrucción Pública es ahí el encargado de comprar y embarcar caballos, no es extraño que en el Paraguay sea el obispo el director de la guerra.
Coisas do mundo, como dicen nuestros aliados.
El asunto de los caballos puede decirse que es escandaloso, en vista de la demora con que están llegando.
En el camino hay infinidad buques varados que no suben por su mucho calado y otras cosas...
El domingo vino el Chacabuco, después de un mes de viaje.
Los remolques que traía los dejó más abajo, por no tener carbón para remolcar nos y a duras penas llegó hasta aquí, a buscar carbón.
Hace tres días que está aquí, y hoy recién conseguirá diez toneladas de carbón, no del Estado, sino de los brasileños, pues aquí el gobierno no tiene una sola tonelada de carbón.
¡Qué cosas las que aquí se ven!
El Libertad llegó con tres goletas a remolque. Las mulas y caballos que traía ya están desembarcados en Itapirú .
Como noto que ahí hay tanta contradicción respecto al buen o mal estado con que llegaron los caballos, te diré que en general llegaron en perfecto estado, que se tratan perfectamente y que se conservan con esmero, salvo raras excepciones.
Si de ahí se hubiese activado algo más el embarque y envío de estos animales, no habría pretexto para demorarlas operaciones.
El martes se vino pasado el campamento del general Flores un joven Pereyra, concuñado Saguier, y cuñado del joven Gondra.
Este desgraciado estuvo preso varios meses en Asunción, hasta que por empeño de madama Lynch, la moderna Juana de Arco de los paraguayos, segúnel asesino Carreras, consiguió que lo trajesen al campamento.
Allí, poco mejoró la posición.
Después del combate del 18, habiendo visto a un jefe argentino que se batía con notable arrojo, Pereira se permitió decir: ¡qué valiente jefe!
Esto bastó para que lo amarran codo con codo y lo llevasen preso.
Estando así, consiguió evadirse, pero al separarse como cien varas de la línea, le hicieron una descarga.
Desgraciadamente le pegaron un balazo en un talón, teniendo que arrastrarse para llegar a la carpa del general Flores, que está a vanguardia.
El coronel Decoud lo fue a pedir, y poco después el doctor Manuel Biedma tuvo que amputarle el pie.
Como Pereyra es un joven decente, su declaración no carece de interés.
Según él, a López le quedan de 20.000 a 23.000 hombres. De éstos, habrá 7.000 soldados; los demás son viejos niños, aun cuando cree que todos estos pelearán con la misma decisión de los 30.000 que han muerto en la campaña.
En su línea exterior de defensa tiene de 70 a 80 piezas de varios calibres, entre ellas algunas de 68.
Hay enseguida una segunda línea, defendida por fosos y alguna artillería, lo que como es natural, induce a creer fundamentalmente que aun cuando no pueda haber duda respecto al éxito del ataque que se proyecta, la victoria costará bastante sangre.
Los demás puntos de la declaración de Pereyra, que yo mismo oí, no ofrecen ningún interés.
He visto lo que ustedes han dicho respecto a la conducta del ayudante Carranza en la publicación de los partes oficiales.
Puede asegurarles que el presidente Mitre tuvo un grandísimo disgusto con este joven, que se disculpó diciendo: “que el dueño de la imprenta no le había querido imprimir los boletines después que le entregó las copias que traía” .
¿Admitiría su excelencia esta disculpa? No llegan a tanto mis noticias.
El joven Omar, de la secretaría del general Mitre, se apretó el gorro en Corrientes, sin licencia. Como es natural, esto lo ha disgustado bastante, y aún se cree que si vuelve, no lo admitirá .
El secretario Lafuente tiene orden de permanecer allí, hasta que lo manden buscar.
Como no es fácil conocer lo que piensa el señor Mitre, nadie sabe si viene o se queda.
Concluiré ahora dándote una triste y dolorosa noticia: ¡el valiente coronel García ha muerto!
Hoy a las 11.00 fueron embarcados sus restos mortales. Hizo los honores el batallón de Guardias Nacionales y acompañaron el cadáver varios militares y algunos ciudadanos de esta ciudad.
Antes de conducir al vapor Libertad, en que vienen los restos del modesto y valiente soldado deLlavalle; del atleta incansable de la libertad, del coronel García a quiennadietrató sin apreciar y querer, el venerable doctor Muñiz, visiblemente conmovido, pronunció el siguiente discurso:
“Señores:
Hemos conducido, en dolorosa consternación hasta las márgenes del majestuoso Paraná, los yertos restos de un guerrero argentino.
Hoy reposa en la oscuridad eterna de ese féretro, el cadáver ensangrentado del bravo coronel García.
La muerte, émula de su porvenir y de su gloria, le hirió con su inexorable guadaña en medio de su brillante carrera. Así debió suceder pues que la muerte de un soldado cubierto de sus laureles, es el término dichoso de los que marchan al sacrificio por defender la honra y los derechos sacrosantos de la Patria.
Ese adalid ilustre trajo de las trincheras enemigas donde lo llevó su arrojo, los gérmenes de lamuerte que inmortalizará su nombre.
Él cayó luchando cuerpo a cuerpo al frente de los cañones enemigos, cuando la sangre hervía en sus venas, y cuando la gloria batía sus alas sobre su erguida cabeza.
Hoy sus despojos perecederos ante la naturaleza, imperecederos ante la fama, que los ilustra con la celebridad de los héroes; hoy se encaminan a la tierra natal, que ansiosa los aguarda.
Sus hermanos del gran pueblo cuna de la libertad, rodearán de flores y de coronas esa tumba, después de haberla humedecido con lágrimas del más justo dolor.
El luto deberá ser general por el soldado querido, puesto que Buenos Aires no olvidará jamás que el mismo campeón que regó con su sangre generosa los reductos paraguayos el 18 de Julio fue el invencible atleta que defendió por 40 años la libertad de la República y las instituciones y derechos del gran pueblo, cuando amagados por la barbarie armada contra la civilización.
Que la patria agradecida recompense los servicios de uno de sus hijos más preclaros consagrándole los recuerdos que dedican los pueblos libres a los mártires de su libertad y de su gloria.
Que a los jóvenes militares que forman este modesto cortejo fúnebre, les sirva de modelo y de guía la sangre que vertieron el bizarro coronel García como Rivero, Argüero, Aldecoa, Cabot, Giu- ffra, Basavilbaso, y otros tantos valientes soldados de la cruzada libertadora.
Que sus compañeros deluchalos tengan siempre presentes, para que sus sombras enrojecidas les indiquen el camino por donde se marcha a la conquista de las coronas que adornan las cabezas de los que custodian la libertad de los pueblos fulminando en su nombre y por conservar la paz los rayos destructores del formidable Dios de la guerra.
¡Restos inolvidables y preciosos! Que encontréis en los abismos de la eternidad que absorben una tras otra las generaciones, el reposo de los justos; que jamás os profane la impiedad, y que la veneración de que sois dignos aleje del silencio de la tumba las manos sacrílegas de los enemigos de la patria y de la libertad, en cuya defensa voló del cuerpo la esencia de vida. ¡Manes solitarios, que os encargáis de vigilar el augusto depósito, que va a confiarse a la tierra! ¡Que jamás se extinga la lámpara sagrada que arderá sobre ellos ni se marchite la aureola refulgente del mártir, que glorifica y bendice, desde lo alto, el genio protector de la inmortal República Argentina!.”
Hablaron enseguida el doctor Lemos, el mayor Guillermo Fede- rico Báez, y Héctor F. Varela, que se hallaba de paso en Corrientes.
La precipitación con que escribo, me impide mandar las palabras de estos señores.
Concluidos los discursos, el féretro fue transportado al vapor Libertad, en una hermosa falúa del Amazonas.
El buque que llevó tan pobre presente al pueblo de Buenos Aires, debe salir mañana.
En él van como 200 heridos, al cargo del doctor Hilario Almeyra.
Con su partida, se empeora la situación de tanto desgraciado, que clama por la venida de una o dos docenas de facultativos.
Aquí no hay palabras con que ponderarla noble y generosa conducta del doctor Muñiz, que con el amor de un verdadero padre, y un celo incansable, trata de aliviarla suerte de los que caen postrados en el campo de batalla.
El doctor Almeyra también se ha hecho acreedor a la estimación del ejército.
Al tiempo de cerrar mi carta sé que el señor Octaviano regresa esta tarde al campamento, con el objeto de tener otra conferencia con los generales.
Veremos lo que resulta.
Falstaff
22 de agosto de 1866.

Fecha válida

1866-08-22