El Diario
El Diario fue un periódico porteño fundado y dirigido por Manuel Láinez hasta su muerte, y editado desde el 28 de septiembre de 1881 hasta 1941. Como lo destaca Miguel Ángel de Marco, retomando las palabras de Julio A. Costa, “fue desde su iniciación y hasta en el reducido y manual formato, un audaz impulso innovador” en la prensa, “a la manera de El Fígaro y el Gil Blas” (Historia del periodismo argentino. Desde los orígenes hasta el Centenario de Mayo. EDUCA, 2006, p. 391). Desde sus primeros números “cuyo horario de trabajo “era desde las doce del mediodía a las doce de la noche”, ganó influencia y un interesante número de lectores (…) a partir del 6 de septiembre de 1882, pasó a ser vespertino, y más tarde, gracias al favor de los lectores, para cumplir con la consigna de dar constantemente primicias, tiraba tres ediciones diarias, entre las 13 y las 17” (ibidem, p. 392). Entre sus colaboradores, como enumera Claudia Román, “se contaban muchos funcionarios políticos y escritores: Eduardo Wilde, Carlos Olivera, Martín García Merou, Carlos Monsalve, Paul Groussac.” (“La modernización de la prensa periódica, entre La patria argentina (1879) y Caras y Caretas (1898)”. El brote de los géneros, dirigido por Alejandra Laera, Emecé, 2003, p. 26). Para dar cuenta de la novedad de la publicación y la nueva figura de periodista que encarnaba Lainez, Román retoma una cita de David Viñas: “Otro signo clave del tránsito histórico: El Diario, aunque cronológicamente y por sus intereses esté cerca de La Nación y La Prensa, preanuncia a La Razón (1905), incluso a Crítica (1913). Lainez ha dejado de ser un gentleman del periodismo para no ser más que un dandy, y su espectacularidad poco tiene que ver con un Mitre o un José C. Paz; en realidad a sus espaldas ya se le insinúa Botana” (Literatura argentina y realidad política. CEAL, 1982, p. 249)
En El Diario Lucio V. Mansilla publicó dos columnas que, como “Ecos de Europa” publicada en La tribuna Nacional entre 1881 y 1883, se componen con cartas enviadas desde Europa: “Diario de un expatriado” y “Páginas breves”. También aparecieron en este periódico una serie de artículos que luego serán compilados por Mansilla para componer Retratos y recuerdos publicado en 1894.
“Diario de un expatriado” se publica desde el 2 de noviembre de 1899 hasta el 5 de enero de 1901. La columna aparece periódicamente pero sin rango fijo, obedeciendo al ritmo de los vapores y a las necesidades de la redacción, y bajo el seudónimo “Aeiou”. Como lo indica Enrique Popolizio (Vida de Lucio V. Mansilla. Ediciones Peuser, 1954), en agosto de 1898 Mansilla había partido a Europa y en marzo/abril de 1899 se hacía cargo en Berlín de la plenipotencia que le había sido asignada: Rusia, Alemania y Austria-Hungría. En julio de ese año retorna brevemente a Buenos Aires y, cuando vuelve nuevamente a Europa, comienza a mandar las cartas que compondrán esta columna. La misma parece cifrar en el título el descontento de Mansilla ante el cargo y el destino que le han asignado. Entre líneas se lee cierta nostalgia que gana los envíos. Los mismos aparecen encabezados siempre con el epígrafe “Nulla dies sine linea”, un objetivo y un método que Mansilla explicita en el envío publicado justo en el cambio de siglo (31/12/1899 – 1y2/01/1900): “En esta pepitoria, –sin plan, sin método, escribiendo au jour le jour cabe todo, hasta lo sabido por otros. Pero como yo escribo por darme el gusto, por distraerme, y a fin de consignar lo que se me ocurre o lo que otros han pensado, –todo ello como ejercicio simónico siendo la memoria débil, ahí va este juicio de Gladstone sobre Pell: “He had insight but not foresight””.
El posicionamiento es muy diferente al de corresponsal que daba cuerpo a la columna “Ecos de Europa” a comienzo de los años ‘80: “Diario de un expatriado” está compuesto por comentarios breves sobre noticias que ya se dan por sabidas. El impulso informativo no da fuerza a las entregas y desaparece cualquier tensión en relación con los tiempos de la información. La mirada se enfoca en ciertos hechos que se presentan como centrales, no se busca dar un panorama del conjunto del acontecer europeo. La guerra entre Inglaterra y los Boers y los enfrentamientos con China debido a la matanza de Pekin son los dos asuntos que se reiteran insistentes. Mansilla se posiciona ante los mismos e incluso anticipa desenlaces. Entrelazado con el modo en que va comentando estos y algunos otros sucesos de la política europea, hay un temor constante, una futura guerra que implique a todo el continente: si bien releva los diferentes intentos de alcanzar la paz (Conferencia de la Haya, Confederación Europea), la posibilidad de que la misma se sostenga a lo largo del tiempo le resulta una quimera. El cambio de siglo y el balance que este parece exigir sumado al modo en que Mansilla lee las consecuencias de los enfrentamientos bélicos y los peligros que amenazan a Europa, carga de un tinte sombrío a las entregas que se construyen sobre una temporalidad a largo plazo (no ya en la urgencia del presente del telégrafo) por la manera en que se articula la mirada del escritor hacia el pasado y el futuro.
En consonancia con esta temporalidad y en la lógica del legado, también ocupan un lugar muy importante en esta columna los “pensamientos”. Hasta donde sabemos, los pensamientos publicados en “Diario de un expatriado” no serán reunidos en libro, a diferencia de lo que Mansilla ha realizado con los que agrupa en la “Tercera Época”, publicados por primera vez en La Tribuna Nacional en septiembre de 1888 y compilados luego en El diario de mi vida, o sean Estudios morales (1888), y con los que componen la “Cuarta Época, 1860-1896” que dan cuerpo a la reedición ampliada de dicho libro retitulada Estudios morales, o sea El diario de mi vida (1896). Los pensamientos ocupan un lugar central en las primeras entregas, desplazando comentarios de noticias y reflexiones, y se irán presentando más espaciados a medida que avance la columna. Se destacan también algunos brevísimos comentarios sobre ciertos libros y autores –entre los que resaltan la lectura que hace del tercer volumen de Libro extraño de Francisco Sicardi, la atención que le presta a John Ruskin ante su fallecimiento y el elogio de Guy de Maupassant– y un particular interés por las lenguas, que va desde la defensa de la riqueza del español de la península, pasando por la aptitud de los alemanes para estudiar otras lenguas y su decisión de no hacerlo, hasta la necesidad de realizar gramáticas de lenguas de los pueblos originarios.
“Páginas breves” se publica entre el 10 de enero de 1906 y el 8 de septiembre de 1911. Luego de haber renunciado a su cargo diplomático el 17 de febrero de 1902 y sin haber conseguido ninguno de los puestos políticos que esperaba, Mansilla se radica definitivamente en París (Popolizio, ibidem). Desde allí envía casi la totalidad de las cartas que compondrán la columna. La frecuencia de la misma es muy variable, espaciada a veces por semana otras veces solo por un día, y aparece siempre bajo su firma, no bajo seudónimo, lo que puede obedecer a que, en este caso, ya no se encontraba en misión oficial. Más extensas que las entregas de “Diario de un expatriado” y sin el interés urgente por las noticias de última hora de “Ecos de Europa”, su tono es, tal vez, más cercano al de sus causeries.
La temática es, entonces, extremadamente variada: desde acontecimientos políticos hasta episodios autobiográficos, pasando por comentarios sobre literatura, teatro y arte pero también sobre detalles que dan cuenta de diversos modos de organización de la sociedad. Su pluma se detiene en los más diversos asuntos, adquiriendo un rango de acción mucho más amplio que en las ocasiones previas. Pervive en esta columna su percepción y su temor ante de la cercanía de una guerra que implicaría a las principales potencias europeas, que, a diferencia de lo que ocurre en “Ecos de Europa” y, tal como lo señala Sandra Contreras (“El genio de los buenos viajes”. Prólogo a Mansilla, Lucio V. El excursionista del planeta. Escritos de viaje, Fondo de Cultura Económica, 2012), es acompañado ahora por una mirada de desconfianza hacia los nuevos desarrollos tecnológicos y científicos. También su interés por los libros que le envían sus compatriotas, que dan lugar a diversas reseñas y valoraciones.
“Páginas breves” es lo último que Mansilla publica antes de su muerte, el 8 de octubre de 1913 en París.
Algunas entregas de “Diario de un expatriado” son citadas en la biografía realizada por Enrique Popolizio quien menciona su existencia. La primera inclusión en libro de una entrega de esta columna se realiza en El excursionista del planeta compilado y prologado por Sandra Contreras (Fondo de Cultura Económica, 2012). El resto de las entregas son reunidas por primera vez en este repositorio.
En lo que respecta a “Páginas breves”, diez artículos aparecen seleccionados y reunidos por primera vez en la edición de Mis memorias de Alberto Perrone (Secretaría de Cultura de la Nación, 1994); en El excursionista del planeta compilado por Sandra Contreras (Fondo de Cultura Económica, 2012) se da cuenta de la totalidad de la columna y se seleccionan siete para integrar la antología de escritos de viaje. En 2020 Natalia Crespo inicia la edición completa de la columna (Teseo Press, 2020) en 6 volúmenes, se han publicado hasta el momento tres: los correspondientes a los años 1906, 1907, 1908. Mariana Catalin